No había nadie. Sólo estaban sus palabras en mis ojos y su presencia en las paredes. Tuve una sensación similar a la de ver a la patria de negro toda y sudando.
Di un paseo por los recuerdos y sus sombras, por los ecos de las canciones mismas. Intenté sacarla de los ruidos más lejanos.
Para qué decir que faltaba yo también, que sentía fiebre en los cabellos como consecuencia de verme tendido boca arriba, sintiendo que el techo me asfixiaba.
Tuve un sueño: lo fabriqué de insomnios: las eternas historias de ritos magníficos, como siempre, de colores:
eran las calles angostas y rosadas
había jardines en el cielo
monumentos indescriptibles
pero no había pájaros
solos como sólo en los sueños es posible
andábamos de prisa
aferrados a la mínima esperanza
de otro camino
que aunque oscuro
fuese real.
Abrí los ojos y se levantaron ante mí las columnas de ironía que sólo los cobardes pueden ver. Unos coros nocturnos me coronaban cosas ciertas. Intenté romper la noche y su geometría que me cercaban. Y recordé los poemas más lejanos.
David Noyola
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