Letras de emergencia (inútiles) / 2005 / Julio Figueroa
Dar noticia
Abrí el libro sin saber de qué se trataba, ni el significado siquiera de la palabra “zarabanda”. Fui al diccionario: danza antigua con música alegre, bulla, vocerío, alboroto, ruido alegre. Y en el segundo paso quedé fulminado: otra vez la muerte. Tan cercana y tan ignorada. Esa conocida desconocida que nos cerca cada día. La esperada inesperada siempre presente.
La limpieza del estilo y la naturalidad de la voz, sin falsa afectación ni simples lugares comunes, es lo primero que llaman mi atención. Escribir como respirar o beber agua. Entretejer la historia y las leves metáforas que aluzan la vida. “La muerte, ese tiempo impecable / que congela el presente / y enseña a respirar con más respeto”. Con el dolor sosegado, sin gritos ni humedades, y el deber ineludible de decirlo. Hoy por el otro y mañana por uno. Es el cuento de nunca acabar.
El poeta ya empalabró entrañablemente a su padre y ahora hace lo propio con el hermano mayor. Sin estridencias, impecable, sin palabras de más o de menos. Alguien dice que son los fragmentos de un discurso amoroso. Con unos cuantos elementos y un fino trazo el palabrero poeta suscita un mundo. Todo le sirve, nada le sobra, todo apunta hacia el mismo blanco oscuro del desastre. El amigo muerto, la perra Jacinta, los Machado, Byron, Pessoa, Goya y la camisa blanca del fusilado, el olor del pan. “Todo cuanto leo me lleva a tu desastre... / (y) desde todos los puntos cardinales / llegaremos al punto de la cita”.
Oficio de poeta: levantar acta y dar fe de vida. Empalabrar el mundo. Tocar la vida y verla palpitar en su clara muerte. Hoy por los otros, mañana por nosotros. Dar noticia de la vida, derrota de la muerte. Eso es todo.
“Ese muchacho lóbrego, espigado,
fantasma de sí mismo,
que se sienta hasta atrás
y en la noche se hunde
a rezar la oración de sus malditos;
ése que nunca
conocerá su cuerpo en los danzones,
será señor del ritmo
que mantiene en su sitio a los planetas;
ése que aprenderá dolor en las mujeres
y hallará el Santo Grial entre sus piernas,
es del linaje nuestro, es carnal,
es un perro amarillo con estrella.”
Zarabanda con perros amarillos (Ed. Colibrí / Secretaría de Cultura de Puebla, México, 2002, 78 pp.), el sentido poema de Vicente Quirarte en treinta notas, es esta danza con perros callejeros y esas letras que dan noticia de la verde vida con su oscura muerte. Y si no se puede bailar, al menos trotar, patalear, ver la vida y pisar la muerte. Empalabrar el mundo y dar noticia. Si el hombre es ese animal que llora a sus criaturas, dar noticia de la vida es derrotar a la muerte. “Esto se llama Hoy y ya es bastante”.
Alguien dice también que morir no es una caída, sino elevarse al misterio puro.
Domingo 6 de marzo de 2005.
(En memoria de “El Kikín” queretano Marco Antonio Hernández Galván tristemente muerto apenas en sus enjundiosos 18 años, por defender a un amigo, Miguel Gerardo, quien hoy da la cara por él. Domingo 13-III-2005).
Post scriptum literario.- Quirarte es un seductor. A veces lo quisiera más maldito como sus maestros. Su peligro es literaturizar excesivamente todo lo que toca. Literaturizar la vida en vez de revitalizar las letras y picarles las costillas. (Domingo 20-III-2005).
Dar noticia
Abrí el libro sin saber de qué se trataba, ni el significado siquiera de la palabra “zarabanda”. Fui al diccionario: danza antigua con música alegre, bulla, vocerío, alboroto, ruido alegre. Y en el segundo paso quedé fulminado: otra vez la muerte. Tan cercana y tan ignorada. Esa conocida desconocida que nos cerca cada día. La esperada inesperada siempre presente.
La limpieza del estilo y la naturalidad de la voz, sin falsa afectación ni simples lugares comunes, es lo primero que llaman mi atención. Escribir como respirar o beber agua. Entretejer la historia y las leves metáforas que aluzan la vida. “La muerte, ese tiempo impecable / que congela el presente / y enseña a respirar con más respeto”. Con el dolor sosegado, sin gritos ni humedades, y el deber ineludible de decirlo. Hoy por el otro y mañana por uno. Es el cuento de nunca acabar.
El poeta ya empalabró entrañablemente a su padre y ahora hace lo propio con el hermano mayor. Sin estridencias, impecable, sin palabras de más o de menos. Alguien dice que son los fragmentos de un discurso amoroso. Con unos cuantos elementos y un fino trazo el palabrero poeta suscita un mundo. Todo le sirve, nada le sobra, todo apunta hacia el mismo blanco oscuro del desastre. El amigo muerto, la perra Jacinta, los Machado, Byron, Pessoa, Goya y la camisa blanca del fusilado, el olor del pan. “Todo cuanto leo me lleva a tu desastre... / (y) desde todos los puntos cardinales / llegaremos al punto de la cita”.
Oficio de poeta: levantar acta y dar fe de vida. Empalabrar el mundo. Tocar la vida y verla palpitar en su clara muerte. Hoy por los otros, mañana por nosotros. Dar noticia de la vida, derrota de la muerte. Eso es todo.
“Ese muchacho lóbrego, espigado,
fantasma de sí mismo,
que se sienta hasta atrás
y en la noche se hunde
a rezar la oración de sus malditos;
ése que nunca
conocerá su cuerpo en los danzones,
será señor del ritmo
que mantiene en su sitio a los planetas;
ése que aprenderá dolor en las mujeres
y hallará el Santo Grial entre sus piernas,
es del linaje nuestro, es carnal,
es un perro amarillo con estrella.”
Zarabanda con perros amarillos (Ed. Colibrí / Secretaría de Cultura de Puebla, México, 2002, 78 pp.), el sentido poema de Vicente Quirarte en treinta notas, es esta danza con perros callejeros y esas letras que dan noticia de la verde vida con su oscura muerte. Y si no se puede bailar, al menos trotar, patalear, ver la vida y pisar la muerte. Empalabrar el mundo y dar noticia. Si el hombre es ese animal que llora a sus criaturas, dar noticia de la vida es derrotar a la muerte. “Esto se llama Hoy y ya es bastante”.
Alguien dice también que morir no es una caída, sino elevarse al misterio puro.
Domingo 6 de marzo de 2005.
(En memoria de “El Kikín” queretano Marco Antonio Hernández Galván tristemente muerto apenas en sus enjundiosos 18 años, por defender a un amigo, Miguel Gerardo, quien hoy da la cara por él. Domingo 13-III-2005).
Post scriptum literario.- Quirarte es un seductor. A veces lo quisiera más maldito como sus maestros. Su peligro es literaturizar excesivamente todo lo que toca. Literaturizar la vida en vez de revitalizar las letras y picarles las costillas. (Domingo 20-III-2005).
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