lunes, marzo 14, 2005

Voces Amigas / Justicia sin adjetivos / Julio Figueroa

Letras de emergencia (inútiles y peligrosas) / Julio Figueroa

Justicia sin adjetivos


Efraín Bartolomé, alto y hondo poeta vivo mexicano: “No me dejes zumbar en el vacío / como los abejorros ante el vidrio nocturno // No me dejes callar cuando sienta el peligro / o cuando encuentre oro”.
Miguel Gerardo Rivera Alcántara, testigo y víctima en el caso queretano de la BMW, ha denunciado ante el Ministerio Público y en los medios de comunicación al culpable del asesinato de su amigo Marco Antonio Hernández Galván la infausta madrugada del 27 de noviembre: Federico Ruiz Lomelí, a quien reconoció en una foto de computadora que le presentó el agente del Ministerio y en otra publicada en el a.m. queretano (ver las ediciones de este periódico del 7-III-2005 y 19-XII-2004). Juan Martín Granados Torres, procurador queretano, ¿tiene otro presunto responsable más evidente y mejor comprobado que el señalado por la víctima y testigo directo presencial? No.
Al parecer, sólo hay tres presuntos sospechosos del crimen del conductor de la BMW negra: Federico Ruiz Lomelí, ya señalado, Juan Vázquez (¿es el muchacho que esa noche tenía hepatitis y cuyo vehículo tiene otras características?) y, lo digo sin broma, el Espíritu Maligno Queretano, que esa madrugada descendió sobre la calle de Pasteur, golpeó, disparó y se esfumó.
A más de cien días de los hechos, ¿cómo es posible que ante las autoridades correspondientes no se haya dado una confrontación o careo o como se llame, entre las víctimas verdaderas y los presuntos responsables? Entre Miguel Gerardo Rivera Alcántara y Federico Ruiz Lomelí. Entre los tres muchachos sobrevivientes del Tsuru 91 y los cuatro ocupantes de la BMW negra conducida por Federico y acompañado por sus escoltas. Entre los chavos del Tsuru y Juan Vázquez. No sé qué podría hacerse y qué prevea la ley en el caso de una confrontación pública con el Espíritu Maligno Queretano.
O fue un crimen perfecto (Juan Antonio Isla dixit; ¿quién silenció su valeroso artículo “Romper el silencio”?) o el aparato de justicia bajo la responsabilidad y la dirección del procurador Granados Torres es ineficaz o está encubriendo algo (es corrupto, por tanto) o nos están tomando el pelo. Honestamente no creo que el procurador queretano sea un inepto. Así que habría que revisar las otras dos hipótesis. ¿Están jugando a tomarnos el pelo? No lo creo. Yo pienso en la tercera posibilidad de en medio. Pero vamos más despacio.
Leí tres veces la amplia entrevista publicada con Miguel Gerardo Rivera Alcántara (“Sé quien es; mató a Marco”, “Esa cara, la tengo aquí”, a.m., 7-III-2005), el desplegado público a toda plana de Federico Ruiz Lomelí (“¡¡Basta de calumnias y mentiras!! ¡Soy inocente! A la opinión pública de Querétaro”, en todos los medios locales), la modesta carta personal del jovencito valiente (“Al Gobernador, a Derechos Humanos, a la opinión pública, a los medios de comunicación”, a.m., 8-III-2005, p. 2-A) y desde luego el comunicado y la larga y titubeante conferencia de prensa, con sus preguntas y respuestas, del procurador queretano Juan Martín Granado Torres (cabeceada y comentada de diversas maneras por todos los medios locales y reproducida en el portal de internet del Gobierno de Querétaro: “Conferencia de Prensa de la Procuraduría General de Justicia. Santiago de Querétaro, a 07 de marzo de 2005. Versión estenográfica de la conferencia de prensa ofrecida por el Procurador General de Justicia del Estado, Juan Martín Granados Torres”). Perdón por tantas palabras. Sólo pretendo decir que no hablo de oídas sino de leídas. La versión del testigo ofendido, la otra versión (la de Ruiz Lomelí) y la versión del procurador.
Leí, volví a leer, medité lo leído, dejé pasar unos días, hice otras cosas que tenía que hacer, terminé la novela que estaba leyendo y el libro de poemas de Zarabanda de Quirarte, fui al cine a ver Golpes del destino, vi dos buenos partidos de fútbol, volví al tema y volví a releer, recibí algunos correos de luz llenos de luz y muchos llenos de silencio. Escucho en silencio las diversas y encontradas voces, con sus silencios y omisiones. ¿Cuáles son mis reflexiones y mis conclusiones personales? Perdón por tanto rollo, estoy mostrando mi método. Escribo a las cuatro y media de la mañana. Escribo y reescribo varias veces.
No voy a entrar en detalles. Simplemente diré que para mí es más creíble lo que dice el jovencito valiente Miguel Gerardo que lo que dicen el procurador y el júnior juntos. El procurador parece el defensor de oficio del acusado, claro, sin nombrarlo (pues su nombre es innombrable, casi sagrado para la autoridad), y fiscal de la víctima, no del posible criminal. El jovencito valiente habla desde su alma trémula y frágil, rota, ha asumido su dolor, con más amor por su amigo muerto que odio hacia el presunto culpable. Podría perdonar y seguir viviendo. El joven hombre de empresa escribe con la pluma de sus abogados y me parece a punto del colapso nervioso y la explosión emocional. Su estridencia, ¿qué delata y qué encubre? ¿Cuál es su perfil psicológico? Su dolor de ser difamado e incriminado públicamente, ¿es más insoportable que el dolor del jovencito con su amigo real muerto? ¿Y los otros tres tripulantes de la BMW y los escoltas? ¿Ni sus nombres nos dan? ¿Y los otros dos jovencitos del Tsuru blanco 91, Gamaliel Rivera González, conductor del vehículo, y por tanto quien tuvo el incidente de tránsito con el conductor de la BMW negra, y Eduardo Cumplido Sánchez, quien al parecer fue el testigo que no reconoció al presunto culpable que le mostraron esa misma noche traumática, qué dirían ahora?
Sobra decir que a mí no me toca litigar. Dejo eso a los abogados de unos y otros, y al muy poco confiable agente del Ministerio Público Vicente Pérez Hierro, tan poco confiable como aquella juez de apellido Ordaz en el no menos triste caso de don Eustacio Yáñez y los motociclistas paseantes del góber Loyola (un domingo en que se enterraba a unos jovencitos queretanos accidentados en una excursión por un estado vecino, y a cuyo sepelio asistió el secretario de Educación, pero no el gobernador que tenía ese día algo más importante que hacer: un viaje de recreo que resultó fatal).
Mi pelea democrática es contra el poder democrático que actúa antidemocráticamente, autoritariamente, oscuramente y patrimonialistamente. Perdón por tantas palabrejas antipáticas. Contra la impunidad y por la transparencia de la vida pública democrática. Contra los poderes omnipotentes (económicos, políticos y religiosos) y por la libre crítica ciudadana.
El procurador de justicia de Querétaro, Juan Martín Granados Torres, ¿nos quiere tomar el pelo, encubre algo o es inepto? Yo no creo que sea inepto y tampoco creo que en estos casos actúe sin un acuerdo con su superior, el señor gobernador del estado, Francisco Garrido Patrón; como el agente del Ministerio Público Vicente Pérez Hierro tampoco actúa sólo por su cuenta y sin la vigilancia del procurador, a quien le informa hasta de los reporteros que asisten a las diligencias. ¿Sí o no?
Pues bien, el ofendido y testigo principal Miguel Gerardo Rivera Alcántara señala claramente como presunto responsable de homicidio al empresario Federico Ruiz Lomelí. El procurador dice que en el momento actual de la averiguación previa de la investigación ministerial todavía no existen los elementos suficientes para imputarle a nadie el delito. “De tantas y tantas pruebas (comenta alguien que sabe), pues dizque pretenden una seria investigación, lo único que parece ser es que están engordando un expediente para hacerlo inentendible, y de antemano podemos presumir cuál será el resultado de la indagatoria...” Y se desliza otro posible presunto responsable: Juan Vázquez. Este palabrero aventura un tercer probable culpable: el Espíritu Maligno Queretano que bajó, mató, huyo y nadie sabe nada de él. Y sin embargo ese etéreo Espíritu Maligno amenaza y mete miedo no sólo a las víctimas y testigos, sino a la ciudadanía queretana que murmura muchas cosas en corto pero nada dice en largo; Espíritu Maligno que hasta en la misa del bendito difunto se sintió su maligna fuerza y se extiende ésta hasta complicarles la vida y su trabajo a los defensores de las víctimas. ¿Cuándo será el careo público entre las víctimas reales dispuestas y los presuntos responsables verdaderos?
Quiero decir explícitamente, por mi parte y creo que por la de muchos ciudadanos atentos, que en el lamentable caso del homicidio del presunto conductor de la BMW negra, no se trata de joder a un rico por ser rico, sino de desterrar la impunidad y transparentar la igualdad democrática e impartir la misma justicia para todos. Así de simple y dramático. No se trata de joder a un rico por resentimiento social, por ideología izquierdosa o por un complot inconfesable. ¿No es así, mi querido Edmundo González Llaca? La justicia democrática, dice la ley, tiene que ser rápida, imparcial, expedita e igual para todos. ¿Estamos de acuerdo en esto?
Pero parece evidente que el presunto responsable, sea quien sea, y presunto conductor de una camioneta BMW con valor de 60 u 80 mil dólares, no era un roto del FIOZ (perdón por el ejemplo, pero es necesario), porque si lo fuera, ni llevaría esa camioneta y a estas alturas ya estaría en San José El Alto. ¿Digo una barbaridad o tiene sentido común y realismo esto que digo?
Luego entonces, decidan lo que decidan las autoridades encargadas de administrar la justicia tras desahogar y evaluar todas las pruebas y tras el litigio correspondiente, me parece que en el fondo esta es la cuestión real: si la palabra del jovencito valiente vale o no vale frente al prestigio social y los millones de la familia del júnior empresario acusado, y si no vale, ¿de qué justicia estamos hablando? Entiendo que Miguel Gerardo puede estar equivocado, pero eso tienen que demostrarlo los abogados de la defensa del presunto culpable ante el juez correspondiente. O el juicio estará viciado en su origen, como de hecho ya parece estarlo desde el momento en que un poder anónimo permitió la liberación del primer sospechoso detenido cuasi en flagrante sin haber agotado lo marcado por la ley. Otra vez entonces, ¿de qué legalidad hablamos?
--El único compromiso del gobierno del estado de Querétaro es con la verdad objetiva, y por lo tanto con la justicia sin adjetivos. (Palabras del gobernador Francisco Garrido Patrón, publicadas en Reforma, “Denuncian anomalías en la PGJE queretana”, 9-III-2005, p. 18-A, nota de Fernando Paniagua).
Palabras que nos recuerdan las de Loyola sobre el caso de Eustacio Yáñez, en el cual el entonces gobernador era juez y parte. Y a la postre su verdad fue muy poca verdad. ¿No sucederá otro tanto con la verdad del actual gobernador Garrido Patrón?
En una democracia sin adjetivos debe y puede razonarse con libertad, con responsabilidad y por supuesto con consecuencias, para unos y otros. A esa democracia apelo, sabiendo que en ella es posible someterlo todo a duda y no hay nada sagrado y nadie es intocable. O el procurador de Querétaro es un inepto o está encubriendo algo. Ya dije que sinceramente no lo considero ineficiente. Y también dije y repito que en estos casos no decide solo. ¿Entonces? Entonces las limpias y honestas sospechas ciudadanas siguen hacia más arriba, hacia el ciudadano número uno de la entidad. ¿Hay que decir su nombre? La lógica es clara: o el aparato de gobierno panista es ineficiente en la procuración de justicia o simplemente está encubriendo algo. ¿Encubre, digamos, a un sobrino del Obispo, a un familiar del propio gobernador, a un hijo del General, a un pariente de Fox, a un joven empresario prominente, para más señas “nieto de uno de los empresarios más influyentes de Querétaro”, a quién?
En una democracia sin adjetivos, señor gobernador krauzeano, puede y debe razonarse con toda claridad y responsabilidad, libre y críticamente, y desde luego aceptando todas las consecuencias posibles. En una justicia sin adjetivos no sólo es posible cortarle la cabeza a un procurador sino someterlo a examen y sentarlo en el banquillo de los acusados junto a su gobernador que lo eligió y lo mandó. En una democracia sin adjetivos y no controlada por los poderes de facto y los poderosos políticos y hombres de empresa, este escrito público (con sus dudas e imperfecciones y atrevimientos), por ejemplo, debe ser público y difundido abiertamente para su examen y discusión. ¿Se publicará? Lo dudo. Su justicia sin adjetivos sabe a Coca-Cola. Pero allí está en sus manos y en las del a.m. Quien nada debe nada teme. ¿Cuál puede ser el miedo? Somos un poco de luz hacia la mucha oscuridad.
Debo acabar. Dice el góber krauzeano, don Paco, que no politicemos el asunto. Vamos pues a poetizarlo. Termino con Octavio Paz:

“Enredo circular:
todos hemos sido,
en el Gran Teatro del Inmundo,
jueces, verdugos, víctimas, testigos,
todos
hemos levantado falso testimonio
contra los otros
y contra nosotros mismos.
Y lo más vil: fuimos
el público que aplaude o bosteza en su butaca.
La culpa que no se sabe culpa,
la inocencia,
fue la culpa mayor.
Cada año fue monte de huesos.”


Pedotitlán del Camino, DF,
lunes 14-III-2005.

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