sábado, febrero 12, 2005

Voz Propia / La Casa de mi abuelo / Hernando Lozada

LA CASA DE MI ABUELO

Hernando Lozada

El agua fluye siempre hacia abajo.
Solo el chorro del caracol trota distinto.
La flor sorprendida
es acariciada por mi mano y respetada,
cómo no iba a sorprenderse
si la costumbre es arrancarla.
El árbol me da su sombra inmejorable,
por eso, merece lo mejor de mí:
cuidado, amor y respeto.
Estoy en el lomo del bordo
mi corazón tiene encendido
el motor de la felicidad
el viento se lleva todas las huellas.
Yo soy diferente, simple y sencillo
pero soy parte de un mundo complicado.
Levanto la frente, veo la luna brillar para mí
dibuja mi sombra en mi tierra natal.
Soy muy grande si miro hacia abajo
y muy grande si miro arriba.
El viento es favorable
para ir en bicicleta
por la sinuosa vereda.
El viaje es largo,
palpitan las estrellas.
Voy por el suelo,
-pero mi alter ego-
es un poderoso pájaro en el cielo.
Oro en la capilla,
enseguida duermo: bendito.
El silencio es tan limpio
que no me atrevo a respirar
para no despertar la ira de mi abuelo.

Ya es otro día, el espejo me devuelve
fortalecido y nuevo.
Brillan en el jardín las flores
los cisnes vuelan al ras del suelo,
los caballos relinchan, tañen las campanas,
corren los niños, ladran los perros,
la silla cansada de esperar
se ha petrificado y se ha vuelto polvo.
Y pensar que estoy aquí
como una estrella fugaz.
Valiente angustia estarse yendo.
Siempre.

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